Pies para que os quiero, si tengo alas para volar- Frida Kahlo

domingo, 12 de abril de 2015

Raquel Pérez Benasco, reflexión

El fenómeno no al "Carpe diem"



El carpe diem es una expresión utilizada por aquellas personas adultas empeñadas en que los adolescentes no valoramos lo que tenemos, ni el tiempo que poseemos. “Aprovecha el día, eres un niño” dicen “cuando crezcas te darás cuenta de lo que has perdido” Pero ¿Por qué debo disfrutar de mi clase de matemáticas cuando sé que el fin de semana voy a pasármelo en grande con mis amigos?  El problema es que cuando llega el fin de semana solo puedes pensar en lo divertido que será el puente de mayo que está a la vuelta de las esquina, podrás descansar, tomar el sol y por supuesto soñar con las increíbles vacaciones de verano que serán dentro de solo tres meses y medio, pero ¿que sería mejor que tener un descanso de dos meses para no hacer nada? Y a la mente viene ese pensamiento que ha pasado por tu cabeza millones de veces, tener un trabajo ganar dinero y poder hacer lo que quiera…

 Nuestra vida está condiciona por una frase “¿Y ahora que viene?”  Nunca nos encontramos a gusto con lo que hacemos aunque sea aquello que llevamos esperando siglos a que ocurra, estar conforme no es una opción y darte cuenta de lo feliz que eres haciendo algo tampoco, solo podemos pensar en el día de mañana porque damos por hecho que cualquier cosa será mejor que el presente.

Creo que los dos grandes problemas de nuestro fenómeno no al “carpe diem” son, el gran desarrollo de las nuevas tecnologías y lo mucho que nos preocupa lo que van a pensar los demás de uno mismo. Por ejemplo vamos a plantear las siguientes situaciones:

Cuando realizamos alguna actividad nueva, estamos de viaje  o haciendo algo que salga fuera de la rutina, nuestra prioridad es sacar una fotografía para que todos mis contactos puedan ver lo que estoy haciendo y lo “bien” que me lo estoy pasando. Foto a lo que como, foto al hotel, foto al increíble paisaje que tengo a mi derecha, foto a este precioso monumento que tengo a mi espalda…  Hay que inmortalizar los buenos momentos sí, pero aquellos que realmente merece la pena conservar quedan grabados en nuestra memoria sin necesidad de sacar un Snapchat con mi móvil de última generación, porque mi disfrute personal es mucho más importante que lo que piensen los demás de lo que hago.

Normalmente cuando un grupo de amigos quedan para tomar algo ¿que es lo que sucede? Juan charla con Carla por Whatssap, Ana ríe con el video que le ha mandado su prima, Carmen está pasmada con las últimas fotos de Facebook  y Raúl  decide hacerse una cuenta de Twitter en ese momento. ¿De verdad esto ocurre con tanta frecuencia que hemos llegado a considerarlo normal? El móvil se ha convertido un arma letal para las relaciones entre las personas; lo usamos como un escudo cuando no sabemos enfrentar una situación  o cuando no nos gusta lo que oímos. Cada vez que quedamos con alguien lo deseable es ser la persona más solicitada, cuanto más suene tu móvil más “especial” eres, siempre encontramos más interesante nuestro último mensaje de Whatssap que lo que nos está contando la persona que tenemos al lado, el momento no es importante, mi vida en este instante no es importante, cómo me encuentro y con quién estoy no es importante. Me parece realmente triste que estemos tan condicionados por lo que piensen los demás de nosotros ¿no podemos limitarnos a sentir y a dejarnos llevar?

Por lo tanto mi planteamiento es el siguiente: si dentro de treinta o cuarenta años me diera cuenta de que toda mi vida he estado esperando algo que nunca llega, que he desperdiciado cada momento, cada instante de felicidad por no saber apreciar lo afortunada que soy por el simple hecho de vivir me sentiría vacía, mis recuerdos no valdrían nada porque pedí más cuando lo mejor lo tenía delante de mis propios ojos.

El gran Rick Elias, que sobrevivió al aterrizaje forzoso de un avión en el río Hudson, dijo que segundos antes del impacto se le pasaron tres cosas por la cabeza. Primero pensó que todo puede cambiar en un instante, pensó en todo lo que hizo y todo lo que no pudo hacer, en ese momento comprendió que no hay que aplazar nada y que hay que provechar cada segundo porque este podría ser el último. En segundo lugar pensó la cantidad de tiempo que había perdido por su ego y dijo “Entre tener razón y ser feliz, elijo ser feliz” y por último dijo que la muerte no da miedo es como si nos estuviésemos preparando para ella desde el día en el que nacemos, pero te sientes muy triste porque amas a la vida. 

La conclusión que yo saco de esta increíble historia es que debemos aprovechar cada instante de la vida, exprimirle el jugo al máximo, estar con los que más quieres, amar lo que haces, disfrutar de cada segundo como si fuera el último y debemos celebrar que estamos vivos porque todos volamos en un mismo avión pero no sabemos si se va a estrellar esta misma noche.